Ayer, al realizar uno de estos recorridos, fui consciente de la sensación de alivio que siento cada vez que cruzo los puentes de vuelta hacía casa. Quiza porque coincide con el final de las tiradas largas (y esto el cuerpo siempre lo agradece) y ya no queda demasiado azúcar en el cerebro al cruzarlos siempre recuerdo imagenes de la guerra de los Balcanes, concretamente de Sarajevo, donde los puentes eran elementos clave en esas guerras. Puentes (los que quedaban en pie) que significaban la muerte (a manos de francotiradores) para los que la cruzaban y que separaban familias, parejas, amigos a uno y otro lado del rio Miljacka. Cuando finalmente cruzo los puentes de vuelta a casa siento el alivio de pensar que en el caso de que ocurra algo y esos puentes se inutilicen, a partir de ese momento, quedaré del lado en el que se encuentra mi mujer y mis hijos.
Perdonad que comparta esta paranoia, pero ayer mientras entrenaba y volví a sentirlo decidí que era el momento de escribirlo.
Como decía en el post anterior he comenzado la preparación para Barcelona, esta primera semana han sido rodajes de ritmos anaerobicos para crear base, no ha ido mal y ya hemos hecho 59,5 km. No obstante, Victor me ha cambiado el planteamiento para la semana que entra y ha reducido la carga ya que me ha orientado hacía el enfoque de tener París como meta fundamental y Barcelona tomarla como una tirada larga previa (la verdad es que era mi planteamiento inicial).
Esta semana que empieza es complicada ya que finalmente me mudo de casa (dentro del mismo Sant Cugat) y tardaré en tener conexión a internet.
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